ESTE ES UN MAPA MENTAL, CON LOS PUNTOS MAS IMPORTANTES DEL TEMA SEMIÓTICA, ESPERO SEA ÚTIL Y LES QUEDE MAS CLARO EL TEMA
ESTÉ ES UN BLOG, CON LOS TEMAS QUE HE VISTO EN CLASE SOBRE SEMIÓTICA Y LINGÜISTICA, SUBIRÉ PERIODOCAMENTE INFORMACIÓN QUE ESPERO Y LES SEA UTIL
miércoles, 25 de marzo de 2015
SEGUNDO CAPITULO “Umberto Eco y el camino de la estética a la semiótica.”
II. EL PLAN DE LA SEMIÓTICA
GENERAL
1.
La estructura ausente: Una
introducción a la semiótica.
La estructura ausente, obra de 1968, sigue
las notas hechas para las
primeras clases de
Eco en Milán y Florencia y se convierte en su primer gran
obra sobre semiótica.
Como ya habíamos adelantado, en ella establece una serie
de nociones básicas
heredadas de sus libros anteriores sobre estética,
comunicación de masas y
arte.
1.1 La ciencia de los signos
El primer uso que se hizo del nombre semiótica
se remonta a la tradición médica antigua. Efectivamente, se le atribuye a
Galeno (c.129-199) el uso de semiótica como la ciencia de los
síntomas. Un concepto más preciso lo encontramos en el siglo XVII, cuando
Locke propone el término en su Ensayo sobre el entendimiento humano para
indicar la doctrina de los signos, disciplina correspondiente a la lógica
tradicional (IV, 21, 4). No obstante, el reconocimiento de la semiótica como
ciencia no se da hasta ya entrada la segunda mitad del siglo XX; en sus Elementos
de semiología de 1964, Roland Barthes afirmó que la semiología es una
ciencia que está por hacer, y apenas con Morris, en 1971, el concepto se
entiende como una teoría de la semiosis más que del signo. (1994)
En 1967 Umberto Eco publicó su
primer ensayo de orden semiótico, los Apuntes para una semiología de la
comunicación visual que, un año después, formarían parte del texto de La
estructura ausente. De esta manera, el interés por el tema estético y la
historia de la cultura, que había alcanzado su máxima expresión con Obra
Abierta y Apocalípticos e integrados, gira para integrarse al momento
del reconocimiento de la semiótica.
Por un lado, la definición de
Saussure, a juicio de Eco, es «incompleta e insuficiente» , ya que al utilizar
la noción de signo como la unión de un significado con un significante,
deja fuera del ámbito de la semiótica algunos fenómenos de hecho semióticos.
Por ejemplo, sería relegada la zoosemiótica, que al estudiar la transmisión de
información entre animales excluye el paso de significados, y sigue Eco:
«En realidad, la cultura ha seleccionado algunos fenómenos y los ha
institucionalizado como signos a partir del momento en que, por circunstancias
apropiadas, comunican algo.»
En cambio, como cita nuestro autor, para
Peirce la semiología es la doctrina de la naturaleza esencial y las variedades
fundamentales de la semiosis posible, donde semiosis es una acción, una
influencia que es o envuelve, una cooperación de tres cuestiones; un signo, su
objeto y su interpretante.
En tanto que para Saussure, pues, la
naturaleza del signo es diádica y arbitraria y signo es «la combinación del
concepto (significado) y de la imagen acústica (significante)» Peirce afirma que la influencia de tres
elementos no puede resolverse en acciones mediante pares. Y «La semiosis es siempre ese proceso triádico
mediante el cual un Primero determina que un Tercero remita a un Segundo al
cual él mismo remite.» (Peirce citado por Deladalle, 1996).
La teoría de Peirce se basa en que la
función representativa del signo es considerada como tal por un pensamiento o
interpretante y no en su conexión con el objeto o en cuanto sea imagen de él.
En esencia, el argumento se reduce a que toda síntesis proposicional implica
una relación significativa, es decir, una semiosis o acción del signo, en la
que se articulan el signo (representamen), el objeto y un interpretante.
El interpretante puede ser, resume
Eco, (a) El signo equivalente de otro sistema comunicativo, (b) El índice que
apunta sobre el objeto singular, (c) Una definición científica en los términos
del mismo sistema de comunicación, (d) Una asociación emotiva que adquiere el
valor de una connotación determinada o (e) La traducción del término a otra
lengua.
1.2. Semiótica y
Cultura
Por qué Eco habla precisamente de procesos
de comunicación y no de sistema de signos o sistemas de
comunicación se debe, en parte, al supuesto de que son las relaciones
comunicativas el rasgo definitorio de la cultura, y en parte, al orden con que
nos encontramos estos fenómenos; un sistema de signos (estructurado como
un sistema), supone un proceso de comunicación anterior. A la noción de
sistema como estructura llegaremos después de algunas páginas.
Eco distingue dos hipótesis.
Por un lado, una hipótesis radical que afirma que todo fenómeno cultural
debe estudiarse como un fenómeno semiótico. En este sentido, la cultura es
comunicación, y así, un sistema de codificaciones estructurado. Pero, en
una segunda hipótesis, «todos los fenómenos de cultura pueden convertirse
en objetos de comunicación.» (EA, p. 31. Mi énfasis.)
Sin embargo, al afirmar que cualquier
aspecto de la cultura tiene, al menos, una manera de convertirse en una unidad
semántica y los fenómenos culturales son
contenidos de una comunicación posible, Eco integra la segunda hipótesis
a la
primera, ratificando
que la semiótica estudia todos los procesos culturales como procesos
de comunicación.
1.2.1. Un embalse
como estructura de comunicación
Una vez que ha afirmado que todo fenómeno
cultural es un acto de comunicación, Eco elige un ejemplo de Tullio de Mauro
para ilustrar el problema de la codificación en una estructura simple de
comunicación. Los elementos del modelo serían Fuente, Transmisor, Señal, Canal,
Receptor, Mensaje, Destinatario, Código y Ruido o Rumor.
En el embalse habría un sistema que al
llegar el nivel de agua al punto 0, activaría un transmisor que emitiría una
señal. Esta señal circula por un canal y es captado en el valle por un aparato
receptor. El receptor, a su vez, reconvierte la señal constituyendo un mensaje
dirigido a un destinatario. En el ejemplo, el destinatario es otro aparato que
de acuerdo con la información recibida corrige la situación, activando, vamos a
decir, un aliviadero que descarga el excedente de agua en la presa. Esta es una
estructura de comunicación característica.
Pero cuando insertamos dos seres
humanos en los extremos de la cadena, explica Eco, la relación se complica. El
hombre en el embalse, pongamos, envía el mensaje a través de la luz de una
lámpara; de esta manera una lámpara encendida significa nivel 0 alcanzado,
la lámpara apagada significaría entonces nivel por debajo de 0. El
código establece una correspondencia entre un significante, la luz de la
lámpara, y un significado. En el ejemplo original, el significado es sólo la
disposición del aparato que corrige la situación como respuesta al
significante. El significante no
es el referente, es
decir, no es el fenómeno real a que se refiere el signo (el nivel de agua 0).
El sistema está constituido por un
repertorio de unidades que se oponen, como hemos dicho, por exclusiones
binarias; está establecido mediante posiciones y diferencias y aparece cuando
se comparan entre sí fenómenos diversos. De esta manera, el mayor beneficio del
sistema radica en hacer comprensible y comunicable una situación ordinaria que
es comparable a otras situaciones. Pero, termina Eco, ¿Es la estructura una
realidad objetiva o una hipótesis operativa? Para él, la estructura es
solamente un artificio que se utiliza para nombrar homogéneamente cosas
diversas; es decir, aprecia su valor metodológico y no el ontológico. (EA, pp.
58-61)
1.2.2. El universo
del sentido
El
modelo del embalse es una situación modelo de comunicación. No obstante, cuando
en el ejemplo ponemos como fuente un ser humano y otro como destinatario, se
identifican al principio de la cadena, la fuente y el transmisor, y en el
extremo opuesto, el transmisor y el código, pues la fuente del emisor es sólo
la equiprobabilidad del código. Entonces los códigos no son uno solo y no son
comunes y el propio mensaje se convierte en una fuente de información; así, en
algunos casos, incluso, el emisor y el destinatario discutirán el código. Nos
introducimos así en el universo del sentido.
Remitiendo al clásico triángulo
semiótico de Ogden y Richards, Eco hace notar que la relación entre el símbolo
y el referente es irrelevante, primero, porque el valor semiótico del
significante dependería de su valor de verdad, y segundo, porque el objeto a
que se refiere el significante tendría que individualizarse, lo que haría
imposible toda comunicación. Para Eco, el verdadero problema semiótico no es el
de las cosas, sino «el intercambio de señales que produce comportamientos (…) o
bien produce traducciones del enunciado.»
La semiosis
infinita es la única garantía para el establecimiento de un sistema
semiótico capaz de dar cuenta de sí mismo. (b) La idea de interpretante
convierte la semiótica en una ciencia rigurosa de los fenómenos culturales
separándola de las metafísicas del referente. (c) De esta manera cada entidad
puede ser significante y significado. (d) A este último lo identificamos a
través de unidades culturales (a través de otras unidades culturales) siempre
en forma de significante.
El concepto de semiosis infinita nos
lleva también a la consideración de la creatividad lingüística. Junto
con la idea del lenguaje como un sistema de elecciones binarias, Eco ilustrará
estas nociones con el modelo Quillian o modelo Q, un
sistema basado en una masa de nodos conectados por distintos tipos de vínculos
asociativos. Cada nodo es un lesema, llamado en la terminología de Peirce, type,
y cada type prevé el empleo de distintos significantes como sus interpretantes,
los tokens, que son otros tantos lesemas. Esta singular red semiótica
muestra que desde un type es posible recorrer el universo entero de las
unidades culturales.
Diremos, entonces, con Eco que (a) el
significado es una unidad cultural que (b) puede ser individualizada gracias a
la cadena de sus interpretantes; (c) que el estudio de los signos en una
cultura nos permite definir el valor de los interpretantes como en un sistema
de posiciones y oposiciones; (d) que estos sistemas nos permiten explicar el
origen del significado y (e) que a falta de la descripción del Sistema
Semántico Global, los campos semánticos son los
instrumentos que nos permiten explicar las oposiciones significantes a
los fines del estudio de un grupo determinado de mensajes. Además manifiestan
una visión del mundo de la propia cultura.
1.2.3. La estructura
ausente
Al tratar los conceptos de denotación y
connotación, Eco introduce la distinción entre código y léxico. Apunta que todo
hablante utiliza un lenguaje en sentido denotativo, pero no todo hablante es
consciente de su connotación; de esta manera, mientras que los significados
denotativos los establece el código, los connotativos son establecidos por
subcódigos, o léxicos específicos. Esta distinción evoca el par de conceptos
saussurianos habla y lengua. Recordemos que para Saussure,
mientras que el habla es lo individual; el lenguaje en acción, la lengua
es esencial; sistema o estructura, «social en su esencia e
independiente del individuo».
Eco habla en primer lugar del contexto
o situación como una estructura sintáctica. Analiza dos posiciones.
Según la primera, la estructura es un sistema de cargada cohesión interna, tal
como ocurre en la lengua de Saussure. A esta postura Eco la identifica
como estructuralismo ontológico. En la segunda, la estructura aparece
sólo cuando la comparación de diferentes fenómenos o su reducción nos conducen
al sistema de relaciones. A esta postura Eco la llama estructuralismo
metodológico.
En otras palabras, el código interviene
en la situación para limitar y clasificar unas ciertas posibilidades de
comunicación, pero la circunstancia cambia el sentido del mensaje y llega a
cambiar la función, e incluso, el grado de la información. Estas circunstancias
y presupuestos ideológicos, por un lado, y la multiplicidad de códigos por el
otro, determinan, entonces, el sentido.
1.2.4. El mensaje
estético
Son ampliamente conocidos los seis
factores y funciones del lenguaje con las que Roman Jakobson contribuyó a la
lingüística y a la semiótica en general. En su ensayo de 1960, Lingüística y
poética (1981a), Jakobson relaciona funciones y factores y explica cómo el
predominio de los segundos determina los primeros. En otras palabras, cómo la
estructura verbal de un mensaje depende de la que sea su función predominante.
Eco aborda el problema del mensaje
estético en La estructura ausente afirmando: «Un mensaje con función
estética está estructurado de manera ambigua, teniendo en cuenta el
sistema de relaciones que el código representa». No obstante, después explica
que si bien el mensaje estético ha de procurar algo contrario a la
opinión común, hacen falta algunas condiciones de credibilidad que
lo hagan verosímil. Estas condiciones pueden darse gracias a ciertas
bases de normalidad y bandas de redundancia; «En consecuencia, dejando
establecida esta función, el mensaje exige, como fin primario de la comunicación,
que sea intencionado.»
Algunas características de la ambigüedad
y autorreflexión serían: (a) Los significantes adquieren significado por interacción
contextual. (b) La materia de los significantes no es arbitraria respecto
de los significados; en el mensaje estético, incluso la substancia de la
expresión tiene una forma. (c) El mensaje puede abarcar varios niveles de
realidad.
Para eliminar la posibilidad de que cierta
información estética no se actualice en ningún nivel, y permanezca en la correalidad,
Eco postula el concepto de idiolecto estético.
A medida que el mensaje se complica se
establece una autorreflexión, según un sistema de relaciones homólogas. La
afirmación estética de la unidad de contenido y forma significa que «el mismo
diagrama estructural rige para los distintos niveles de organización», es
decir, gobierna todas las partes del mensaje. Esto es el idiolecto, un código
privado e individual del parlante. El mensaje ambiguo permite hacer un número
de elecciones interpretativas, en las que cada significante se carga de nuevos
significados, no a la luz del código, sino del idiolecto que organiza el
contexto. Así, la obra transforma continuamente sus denotaciones en connotaciones
y sus significados en significantes de otros significados.
Por otra parte, el mensaje es autorreflexivo
y puede ser contemplado como una forma que hace posibles las distintas
experiencias. Dada la ambigüedad del mensaje, estos hechos distintos están
previstos en el contexto. Por esto, Eco asegura que la semiótica se encarga de
la obra como mensaje-fuente, es decir, como idiolecto-código. De ahí que la
noción información estética sea sólo una serie de posibilidades, como ya
había apuntado Jakobson; en este sentido, la semiótica y la estética semiótica
pueden explicar lo que puede llegar a ser una obra, pero no lo que realmente ha
sido.
Otra particularidad de la comunicación
estética es el efecto de distanciamiento que Eco explica como el fenómeno que
resulta cuando un autor utiliza palabras u otros signos de una manera distinta
a la conocida. Al final, la comprensión del mensaje estético manifiesta una
dialéctica entre aceptación y repudio de los códigos y léxicos del emisor y la
introducción o rechazo de los códigos y léxicos personales de otro.
En resumen, cada obra ofende el código,
pero al mismo tiempo lo fortalece. Cada obra invita al receptor al código; lo
incomprensible del mensaje estético está basado en la dialéctica descrita, que
es una dialéctica entre la libertad de interpretación y la fidelidad al mensaje,
entre forma y apertura, entre fidelidad e iniciativa.
1.3. La semántica de la
metáfora
Semántica de la metáfora es un ensayo incluido
en La forma del contenido (1971). Ahí, Eco critica la ilusión de la
expresividad, siguiendo las nociones que configuran el mensaje estético.
1.3.1. Metáfora y
metonimia
Si un código nos permitiera solamente
elaborar juicios semióticos, todo sistema lingüístico serviría para enunciar
siempre y solamente aquello que el
mismo sistema ha
constituido y todo enunciado estaría condenado a la tautología. En cambio,
sucede que los códigos nos permiten enunciar lo mismo eventos que el código no
preveía que juicios metasemióticos, los cuales ponen en entredicho la
validez del código mismo.
Es decir, los códigos que debían tener
estructurado el sistema de conocimiento del parlante pueden generar mensajes
que ponen en duda la estructura del código. ¿Cómo funciona esta creatividad que
cambia las reglas?
En el lenguaje cotidiano, mucho antes del
lenguaje propiamente estético, los hablantes usamos distintos tipos de
metáforas y figuras retóricas; particularmente mediante las sustituciones
metonímicas, que para Eco, serán la base de todo traslati. Es de esta
manera que creamos mensajes que, vamos a decir, violentan el
código, aunque, paradójicamente, es precisamente gracias a la estructura del
código (aquella que violentamos) que podemos intentar trasgredirlo.
Para demostrar su hipótesis, Eco ilustra
con una sustitución metafórica del Finnegans Wake de James Joyce, más
aún, Eco postula el Finnegans Wake como un Sistema Semántico Global,
desde donde explicará que la relación metafórica es posible porque la sostiene
una cadena metonímica.
Es importante apuntar, como lo hace Eco,
que el problema de la creatividad del lenguaje no surge sólo en el ámbito del
discurso poético, sino cada vez –toda vez– que el lenguaje debe inventar
posibilidades combinatorias o uniones semánticas no previstas por el código.
Estrictamente hablando, el aspecto
semántico no explica cómo la metáfora pueda tener también una función estética;
la esteticidad de una metáfora se logra, también, por los elementos
contextuales o por las articulaciones de características suprasegmentales. La
intención de Eco, es abordar la metáfora como un modo de segmentar la sustancia
del contenido,
transformándola en
una nueva forma del contenido, sin embargo, no explica con cuáles segmentos de
la sustancia de la expresión una metáfora obtiene efecto estético.
1.3.2. Il gesto che Mandrake fa
En Semántica de la metáfora, decíamos,
Eco toma varias figuras más del Finnegans Wake para demostrar que la
metáfora se funda en relaciones metonímicas.
Finnegans Wake es una serie
ininterrumpida de sueños que tienen lugar durante una noche de Humphrey
Chimpden Earwicker; Minucius Mandrake es uno de sus personajes y Eco, vía
conexión metonímica, explica:
Al parecer, en este personaje, hay una
referencia evidente a Minucio Felice,*
* Minucio Félix, Padre de la Iglesia
de origen africano que vive como abogado en Roma. Escribió el Octavius a
finales del siglo II. La obra es el diálogo entre Octavio, un cristiano, y
Cecilio, un pagano. Cecilio habla del escepticismo y ataca el cristianismo.
Octavio refuta sus afirmaciones. Padre de la Iglesia, a quien dice Eco, Joyce
debió conocer, pero nuestro autor se extiende en la relación de este nombre y
asume que Joyce seguía las historietas de los diarios de la época; otros
personajes del Finnegans toman su nombre de personajes de viñetas, como
Mutt y Jeff (Benitín y Eneas), de manera que Mandrake debe ser Mandrake el
mago.
* Minucio Félix, Padre de la Iglesia de
origen africano que vive como abogado en Roma. Escribió el Octavius a
finales del siglo II. La obra es el diálogo entre Octavio, un cristiano, y
Cecilio, un pagano. Cecilio habla del escepticismo y ataca el cristianismo.
Octavio refuta sus afirmaciones.
Recordemos que Mandrake es un ilusionista,
un hipnotista que con un solo gesto (Eco recuerda la conocida frase Mandrake
makes a gesture), obliga a sus adversarios a ser víctimas de su magia.
Mandrake es un maestro de los artificios diabólicos, que usados en el bien, lo
convierten en un avvocato del diavolo.
Al establecerse la relación entre Minucius
y Mandrake, se renuncia al conector Felix, pero el lector,
opina Eco, puede relacionarlos por una serie larguísima de terceros elementos
que da el contexto general del libro. Esto se
puede comprobar en un
análisis de los pun que constituyen contigüidades forzadas de palabras.
Estos pueden darse de dos maneras: (1) Por semejanza de los significantes, como
en slipping donde hay una analogía fonética entre /sleep/ (dormir)
y /slip/ (resbalar, desliz), y (2) por semejanza de los
significados, como en scherzarade, de scherzo (broma) y sciarada.
Los ejemplos son de Eco.
Este momento en el que se renuncia al
tercer elemento, Eco lo llama corto circuito metafórico, y esto es lo
que hace creativo un juego de palabras o la creación de una metáfora. La relación entre Minucius y Mandrake,
decíamos, es hecha sólo en el contexto (y gracias a él) de la obra de
Joyce; esto significa, como dice Eco, que todo texto, en cuanto abierto
se constituye no como lugar de todas las posibilidades, sino como un
campo de posibilidades orientadas.
Se puede crear una metáfora, concluye
Eco, porque el lenguaje, en su proceso de semiosis ilimitada, constituye una
red polidimensional de metonimias. Tenemos entonces (a) Metonimias por
contigüidad en el campo cognoscitivo (o cultura); (b) Metonimias por antonimia
o (c) Metonimias por diferenciaciones.
1.3.3. Metáfora,
metonimia y estructura de la Lengua
Desde Jakobson, metáfora y metonimia son
explicadas como dos formas de sustitución que se actualizan una sobre el eje
del paradigma y la otra sobre el eje del sintagma. Siguiendo esta idea, Eco se
pronuncia por utilizar el Modelo Q como una forma de explicación de estas
figuras retóricas, aunque, en el ejercicio, la explicación de la metáfora
recurra, precisamente, a una metáfora.
Antes hemos dicho que la sustitución
metafórica se da gracias a que existen relaciones fijas de semejanza, que unen
la unidad sustituida con su sustituto. En el código existen unas conexiones de
contigüidad que permiten que la metáfora repose sobre una metonimia.
Aplicando el modelo Q, que se rige bajo
la propuesta peirceana de semiosis infinita, debemos decir que cada signo está
en relación con otro y toda sustitución depende, a fin de cuentas, de una
conexión que el código prevé. Ahora bien, se pueden realizar conexiones que no
se hayan pensado, pero indudablemente, el modelo es un campo de posibilidades.
Tenemos, por tanto, un mensaje ambiguo.
Digamos pues que la función estética del
lenguaje tiende a crear conexiones no sólo existentes, sino posibles, dentro
del código. Por otro lado, la conexión metonímica es posible merced a alguno de
los siguientes tipos de contigüidad: (a) Contigüidad del código, cuando por ejemplo,
/corona/ sustituye rey; (b) contigüidad del contexto, cuando la sustitución se
entiende solamente en el acuerdo de elementos de la narración, y (c) contigüidad
del referente. Este último se obtiene haciendo violencia al código, pero en
términos estrictos no es un juicio semiótico, sino un juicio factual, y no debe
confundirse con el juicio de fábula, donde no existe propiamente una figura
retórica.
La metáfora aceptable es retórica y se
basa en el hecho de que su fundamento metonímico es evidente, pero le falta la
tensión, la ambigüedad, la dificultad que caracteriza el mensaje estético. Así,
hay otro tipo de metáfora en la que el fundamento metonímico no es evidente y,
por lo tanto, surge una necesidad semántica que une el vehículo, necesidad físico-geográfica,
en la que lo evidente es la necesidad rítmico-fonética en el orden de los
significantes. La metáfora estética es bella, entonces, porque prefigura una
necesidad semántica antes que ésta sea definida y fundada.
Al contrario, una metáfora débil o falsa,
desentona, ésta se da cuando a la
inconmensurable
distancia entre el vehículo y proporción del plano del contenido semántico
corresponde una débil necesidad en el plano de la forma de la expresión.
Tenemos entonces que hay también una
correspondencia entre los planos de la expresión y del contenido. Mientras que
en la forma de la expresión pedimos una garantía de la necesidad semántica
supuesta o propuesta, a la forma del contenido pedimos que la necesidad, una
vez descubierta, enriquezca de algún modo el conocimiento o los referentes del
mensaje o las posibilidades operativas del código. Algunos, intuitivamente, han
llamado universalidad de la poesía a la provocación de alteraciones en
el orden del contenido que hacen operativa la sustitución semántica.
Volviendo al Modelo Q, tendríamos
que aceptar, entonces, que dicha estructura está regulada por un código y que
existe siempre la posibilidad de que en el código haya alguna contradicción. En
otras palabras, si una unidad cultural, por recorridos, se conecta con alguna
otra unidad, el modelo Q contiene las condiciones para que la oposición que le
une con la equivalencia sea contradicha. Este cambio depende de una serie de
variables, la mayoría semióticas, y para esto hay que definir las relaciones
entre una lógica estructural y una lógica dialéctica. Al final, hay que decir
que la misma estructura tiene contradicciones internas y que estas
contradicciones se superan sólo cuando nace una nueva estructura.
1.4. Mensaje estético,
metáfora, metonimia, estructura,
Contradicción
Sabemos ya, que siguiendo el ensayo de
Jakobson, Lingüística y poética (En 1981a [1960]) Eco reconoce que la
ambigüedad hace que el mensaje resulte inventivo respecto de la
posibilidad comúnmente reconocida en el código. De la misma manera,
sucede que hay alteraciones en el orden de la forma de la expresión y
alteraciones que hacen que el destinatario, advirtiendo un cambio en la
forma del contenido, sea obligado a volver al mensaje mismo, para observar la
alteración en la forma de la expresión, reconociendo una suerte de
solidaridad entre ambas alteraciones. De este modo, el mensaje se vuelve
autorreflexivo y comunica también su organización física de manera que
es posible asegurar que en el arte, nunca se separan la forma y el
contenido.
En un ejercicio lúdico, Eco supone que
Adán y Eva en el edén elaboran una serie de unidades semánticas que anteponen
su propia visión, constreñida, del mundo. Estas unidades semánticas se
estructurarían en seis ejes: (1) Sí vs. No. (2) Comestible vs. No comestible.
(3) Bien vs. Mal. (4) Bello vs. Feo. (5) Rojo vs. Azul. (6) Serpiente vs.
Manzana.
Cada una de estas unidades culturales se convierte en el interpretante
de
otra; se hacen así
cadenas connotativas como:
Rojo =
Comestible = Bien = Bello = Sí
Azul = No
comestible = Mal = Feo = No
Eco establece que esta lengua edénica se
compone de dos sonidos, A y B,
que se combinan
siguiendo la regla (X, nY, X). Reproducimos entonces el código de Adán y Eva.
ABA =
Comestible
BAB = No
comestible
ABBA =
Bien
BAAB =
Mal
ABBBA =
Serpiente
BAAAB =
Manzana
ABBBBA =
Bello
BAAAAB =
Feo
ABBBBBA =
Rojo
BAAAAAB =
Azul
AA = Sí
BB = No
En este primer nivel, las palabras son
las cosas y las cosas son las palabras, estableciendo usos embrionales de la
metáfora por contigüidad.
Por ejemplo, es posible la siguiente
cadena mediante sustituciones simples:
ABA=ABBA=ABBBBA=ABBBBBA=BAAAB=AA que
correspondería a
Comestible=Bien=Bello=Rojo=Manzana=Sí
Y en el mismo
sentido, la sustitución metonímica ABA=Rojo.
Los aparentes juicios factuales que Adán
y Eva realizan en esos momentos del paraíso existen en un código establecido, de
manera que no son juicios factuales sino semióticos. El primer juicio factual
lo establece Dios al ordenar que no deben comer del árbol de la manzana porque
es malo. Dios rompe así la cadena semiótica que hubiera homologado Comestible =
Rojo, para establecer el hecho de que Manzana = Mal. Es un juicio factual
porque comunica una idea no conocida por los destinatarios. Este desequilibrio
(desequilibrio por un hecho) genera las primeras contradicciones que equivalen
al juicio La manzana es roja, contra La manzana es azul.
La denotación entra en contraste con la
connotación y sucede que esta contradicción ya no puede ser expresada en el
lenguaje denotativo normal, La manzana es roja, es azul, y Adán y
Eva tienen que indicar la manzana con una especie de metáfora El rojo-azul.
El mensaje ABBBBBA-BAAAAAB, rojo-azul es
a toda vista contradictorio.
Es también un mensaje ambiguo desde el
punto de vista de la forma del contenido y obviamente, desde la forma de la
expresión. De esta manera, se convierte inmediatamente en autorreflexivo. (LEF,
p. 136) No obstante, Eco observa que en la secuencia está presente la estructura
BAB (no comestible), ABBBBBABAAAAAB,
así que Adán descubre que la no comestibilidad, que aparentemente existía sólo
en el ámbito de la forma del contenido, existe también, de alguna manera, en la
forma de la expresión. Crecido su deseo, no sólo de manzana sino además su
motivación creativo-estética, Adán experimenta las combinaciones entre uno y
otro campo, por ejemplo, dice Eco, Adán escribe ABBBBBA (rojo) pero lo hace con
un jugo de cierta fruta azul y BAAAAB (azul) con jugo rojo. Estas expresiones
son metáforas de la manzana, en virtud de su campo de la expresión, basadas en
la sustancia de la expresión, que deviene forma de la expresión. La tinta de
las palabras se convierte en significante. Eco apunta:
Nel
proceso di semiosi illimitata ogni significato può diventare il
significante
di un altro significato (...), e accade persino che un oggetto (un
referente)
venga semiotizzato e diventi segno.*
Por último, Eco dice que el orden del
lenguaje no es absoluto; en algún punto, Adán pasa del universo de los
significantes culturalizados a aquel de la experiencia y se reencuentra con los
referentes, descubriendo nuevas categorías culturales; de esta manera, el
lenguaje le amplía el mundo, y así, Adán descubre que el orden no existe: «esso
è solo uno fra i tanti stati di possibile quiete che il disordine di tanto in tanto
raggiunge.»*
2.
El tratado de semiótica general
Una teoría de la mentira
El Tratado de semiótica general,
publicado en inglés en 1976, es en muchos sentidos una revisión de las ideas de
La estructura ausente. A su vez, y como hemos dicho antes, La
estructura tiene un antecedente en el ensayo Apuntes para una semiología
de las comunicaciones visuales de 1967, preparado por Eco para hacer frente
a sus primeros cursos de estética en la Facultad de Arquitectura de la
Universidad de Milán e integrado después al texto de La estructura.
En una de las primeras afirmaciones del tratado
(también una de las más polémicas e interesantes), Eco anuncia su intención
de utilizar el concepto de
función semiótica y no el de signo,
para así distinguir, en el marco de la teoría de los códigos, significación de
comunicación **
* Es sólo uno entre
los muchos estados de posible calma que el desorden, de tanto en tanto,
alcanza.
Por principio, la teoría de los códigos
desarrolla lo que Eco llama semiótica de la significación mientras que la
teoría de la producción de los signos corresponde a la semiótica de la
comunicación, distinción que no corresponde a la que existe entre lengua y
palabra ni a la de competencia y resultado (compétence, performance),
por lo contrario, en los primeros capítulos Eco tratará de delinear una teoría
de los códigos que tenga en cuenta las mismas reglas de competencia discursiva,
formación textual, desambiguación contextual y circunstancial, a través de una
semántica que resuelva ella misma algunos de los problemas comúnmente dejados a
la pragmática.
En el resto de este trabajo nos
interesará abordar (1) el análisis de la noción de signo como el punto de
partida de una semiótica general y su justificación como una realidad cultural
que implica no sólo la relación significado-significante sino la convención. De
la misma manera, este análisis deberá considerar que lo que el signo sustituye
no debe existir necesariamente ni subsistir siquiera en el momento en que el
signo la represente. (2) El análisis de la relación entre una semiótica de la
significación (teoría de los códigos) y una semiótica de la comunicación
(teoría de la producción de los signos) como de la relación entre signo y cultura.
(3) La cultura como una realidad plausible de análisis semiótico y no como una
entidad de suyo semiótica. (4) Los elementos del análisis sígnico como sus vías
de realización. Por ejemplo, el concepto de significado como el resultado de un
proceso social y el papel del significante en dicho proceso, o la actualización
de la tríada signo-objeto-interpretante en los procesos culturales. (5) Los
conceptos de sentido y contexto como consecuencias del desarrollo cultural del
signo o de la lógica de la cultura como objeto de una semiótica general. (6) El
concepto de creatividad o productividad lingüística y su relación con los
elementos anteriores como parte del proceso cultural semiótico de la vida del
signo. (7) El estudio de la relación entre semiótica y creación literaria,
sobre todo en la consideración de esta teoría de la mentira como parte
importante del proceso de creación.
2.2. Las fronteras de
la semiótica
Como parte de su capítulo introductorio, Eco
se pregunta por la condición de la semiótica, ¿es un dominio o una disciplina?
Es decir, una disciplina, con un objeto y un método propio, o más bien, un
dominio de estudios, un repertorio de intereses no precisamente unificado. Si
es un dominio, los estudios semióticos estarán justificados de por sí, pero si
es una disciplina, el modelo «deberá establecerse deductivamente y deberá
servir de parámetro capaz de sancionar la inclusión o exclusión de varios tipos
de estudio del dominio de la semiótica. No se puede hacer investigación teórica
sin la pretensión de proponer una teoría, de la misma manera, cualquier
investigación debe poder especificar sus propias contradicciones, por lo tanto,
dice Eco, debemos «considerar el dominio semiótico tal como
aparece hoy, en la variedad y en el propio desorden de sus formas, de manera
que sea posible proponer un modelo reducido a sus términos mínimos.
Por otro lado, este desorden del
dominio propició que la semiótica se convirtiera en una tentación, la de una
dinámica cultural en la que todo podía ser leído, donde todo podía ser llevado
a un punto original de intencionalidad de significado que en algún momento
debía poder leerse.
El problema, pues, podría ser expresado
de la siguiente manera: ¿Todo, absolutamente, es un signo de algo? O, al
contrario, ¿tiene la semiótica un lindero que deba respetar como una frontera
ajena? Y de esta manera, ¿tiene límites la semiótica o todo significa? ¿Cuál es
el umbral ante el cual debe detenerse? Sin embargo, no se trata sólo de que algo
pretenda significar, o que algo más signifique sin pretender, sino
de reconocer si una y otra cosa puede, o debe, ser puesta en un marco
semiótico. En este orden de ideas, el tratado establece que
existen algunos confines de la investigación, tanto de orden político o de acuerdo
transitorio como de orden natural o determinados por el propio objeto de
la disciplina.
El otro caso es aquel en el cual ciertos
actos son percibidos como señales por alguien más, aun cuando el supuesto
emisor no sea consciente de su propio comportamiento. Esto es posible por la
capacidad connotativa del origen cultural de ciertos actos, como los gestos; la
cuestión es que debe existir una regla implícita que asigne un origen étnico a
ciertos gestos, y así, estos comportamientos serían capaces de significar, a
pesar de que quien los emite no sea consciente de significar a través de ellos.
Por lo tanto, concluye Eco, la segunda
hipótesis a fin de cuentas remite a la primera, y entonces la cultura puede
estudiarse, bajo un sentido o bajo el otro, íntegramente, desde el punto
de vista semiótico, aunque hay un tercer umbral que depende de la definición de
la disciplina en función de su pureza teórica. En resumen, se trata de decir si
la semiótica constituye la teoría abstracta de la competencia de un productor
ideal de signos, o si es el estudio de fenómenos sociales sujetos a cambios y
reestructuraciones. Eco prefiera la
segunda opción y, por
tanto, la investigación semiótica va a estar regida por una especie de
principio de indeterminación. Y es que si la semiótica es una teoría, debe ser
una que permita una interpretación crítica continua de los fenómenos de
semiosis.
2.3. El camino del
signo
En su Curso, Ferdinand de Saussure
afirma que la ciencia de los hechos de la lengua ha pasado tres fases
sucesivas: (1) La de la gramática, desde los griegos, la lógica y el desinterés
de la lengua misma. (2) La de la filología, desde Friedrich August Wolf a los
días de Saussure. De esta segunda etapa, el objeto no es sólo la lengua, sino
fijar, interpretar, comentar los textos de la historia literaria, de las
costumbres, de las instituciones, a través de la crítica. (3) Cuando se
descubre que se pueden comparar las lenguas entre sí, a través de la filología
comparativa o la gramática comparada. En este punto, la llamada ciencia de los
hechos de la lengua, se enfoca, ahora sí y por entero, a la lengua en
particular.
En el tercer capítulo del Curso, Saussure
define el objeto de la lingüística diciendo que el fenómeno lingüístico
presenta dos caras: (1) Las sílabas como impresiones acústicas, que no
existirían sin los órganos vocales. (2) Dado que el sonido no hace el lenguaje,
entonces, el sonido, junto con la idea, forma una unidad compleja,
fisiológica y mental. De manera que (3) El lenguaje tiene un lado
individual y un lado social y (4) El lenguaje implica un sistema establecido y
una evolución.Por eso, «hay que colocarse desde el primer momento en el terreno
de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del
lenguaje.
Podemos decir entonces, con Saussure, que
el lenguaje en su conjunto es multiforme; al mismo tiempo físico, fisiológico y
psíquico; de dominio individual y de dominio social, pero la lengua es una
totalidad en sí y un principio de clasificación, es decir, una cosa adquirida y
convencional. Pero la mayor importancia de la lengua radica en que ésta hace la
unidad del lenguaje. En realidad, debajo del funcionamiento de diversos
órganos, late una facultad más general que gobierna los signos, y ésta sería
para la lingüística clásica la facultad lingüística por excelencia.
No obstante la importancia del Curso de
Saussure como estudio pionero, sus ideas adquieren un carácter controversial.
Más o menos contemporáneo, para Peirce la nueva ciencia es una parte de la
lógica, la doctrina formal de los signos.
2.3.1. Comunicación,
código y significación
El Tratado explica con mayor
profundidad que La estructura la relación y diferencia entre
comunicación y significación así como la relevancia de la noción de código en
la relación. Y es que Eco destaca que en un modelo básico de comunicación es el
código el artificio que asegura que la transmisión de información desde
la fuente al destinatario sea capaz de provocar una respuesta determinada. En
esto radica su importancia. Ciertamente, como hemos dicho ya, en el caso debe
involucrarse el ruido y la redundancia, pero siempre en el marco
del código.
Con mayor propiedad, en el análisis del
sistema de comunicación, por código se pueden entender al menos cuatro
fenómenos diferentes: (1) Un sistema sintáctico, conformado por una serie de
señales reguladas por leyes combinatorias internas pero no necesariamente
conectadas; (2) Un sistema semántico conformado por una serie de nociones; (3)
Una serie de posibles respuestas de comportamiento por parte del destinatario
independientes del sistema, y (4) Una regla que asocia elementos del sistema
sintáctico con elementos del sistema semántico o con la serie de posibles
respuestas. Este tipo complejo de regla es el único que puede llamarse
propiamente código.
No obstante, Eco reconoce que cualquiera
de los cuatro casos anteriores son códigos, razón por la cual distingue un
S-CÓDIGO, o un código en cuanto sistema (como los tres primeros), del
CÓDIGO propiamente dicho, que es sólo del cuarto tipo. Los s-códigos son, pues,
sistemas o estructuras que bien podrían subsistir independientemente del
propósito significativo o comunicativo que los asocie, y como tales, pueden ser
estudiados por la teoría de la información.
Dichos sistemas, dice Eco, suelen tenerse
en cuenta porque cada uno de ellos representa un plano de la correlación del
código. De esta manera el s-código sólo llama la atención cuando está enmarcado
en un cuadro de significación que es el código.
En este sentido, los s-códigos son pues estructuras
o sistemas en los que los valores particulares se establecen mediante
posiciones y diferencias y que se revelan sólo cuando se comparan entre sí
fenómenos diferentes mediante la referencia al mismo sistema de relaciones.
Cada uno de estos sistemas estructurales pueden basarse en la misma matriz
estructural que es capaz de generar combinaciones diferentes de acuerdo con
reglas de combinación distintas, si después surgen diferencias, identidades,
simetrías o asimetrías entre sistemas es precisamente porque tienen la misma
estructura subyacente.
En este marco de la teoría de la
información, Eco hace una distinción más, que corresponde a la información
cuando corresponde a la fuente o cuando corresponde a la estructura. En el
primer caso, como en (1), la información es sólo el grado de probabilidad de
un fenómeno en un sistema equiprobable.
La relación entre una serie de casos y
una serie de probabilidades es como la relación entre una progresión aritmética
y una geométrica, esta última es el logaritmo binario de la primera, de manera
que «para identificar el fenómeno son necesarias x elecciones binarias
y, en consecuencia, la realización del fenómeno da x bit de información.
[…] Lo que cuenta es el número de alternativas necesarias para distinguir el
fenómeno sin ambigüedad. Ahora bien, una vez producido el fenómeno, éste
representa una unidad de información lista para ser transmitida, es decir, el
caso.
Ahora bien, es cierto que una gran
cantidad de combinaciones, de selecciones entre un número elevado de símbolos,
eleva las posibilidades de información, pero también la haría intransmisible,
ya que exigiría un gran número de elecciones binarias. De esta manera, para que
la transmisión sea posible, hay que reducir los valores de las elecciones entre
los símbolos, de manera que la reducción de alternativas haga posible la comunicación.
En este sentido, un s-código introduce posibilidades de comunicación a través
de sus criterios de orden, así, «el código representa un sistema de estados
discretos superpuestos a la equiprobabilidad del sistema de partida, para
permitir dominarlo comunicativamente.
El campo de probabilidades se reduce
porque se introduce la pertinencia, dándonos un número menor de opciones, y
así, un número menor de bits.
2.3.2. El sign-function
o función semiótica
Desde El signo, 1973, Eco se plantea
el problema de la expresión y el contenido: «en realidad hemos de explicar por
qué algunas unidades significantes, sistematizadas de manera determinada, son
aptas para transmitir determinados significados», nos dice.
El problema se agudiza, dice Eco, si el
signo es una entidad de dos caras, significante y significado, como lo entiende
Saussure; en este caso, el significado forma parte del signo, es un componente
del lenguaje y el código asocia un significante con un sistema semántico. Eco,
siguiendo a Hjelmslev, que así define la naturaleza y definición de la
naturaleza de la organización de los códigos que regulan la utilización de los
signos dice:
En todo proceso sígnico tenemos un elemento
de expresión (llamémosle
significante) que conduce un elemento de contenido (el significado).
El caso es que:
Existe
función semiótica, cuando una expresión y un contenido están en
correlación,
y ambos elementos se convierten en FUNTIVOS de la
correlación.
En este punto se está
en condiciones de distinguir una señal de un signo:
Una señal puede ser un simple estímulo,
pero cuando se le usa como antecedente reconocido de un consecuente previsto,
entonces se le admite como signo.
En cuanto un signo está constituido por
uno o más elementos de un plano de la expresión, en correlación con uno o más,
elementos de un plano del contenido, Eco está dispuesto a aceptar la definición
de Saussure, pero esto implica (1) Que un signo no es una entidad física, ya
que a lo más lo es su expresión, y (2) que un signo no es una entidad semiótica
fija, sino el lugar del encuentro de elementos independientes, asociados por
una correlación dada.
«Hablando con
propiedad, dice Eco, no existen signos, sino funciones semióticas.» Bajo esta
perspectiva, los signos son resultados provisionales de reglas de codificación
que establecen correlaciones transitorias en circunstancias previstas por el
código, es decir, no es que el código organice signos, sino que éste
proporciona las reglas que los generan.
Por
tanto, un código establece la correlación de un plano de la expresión con un
plano del contenido, una función semiótica establece la correlación entre los
elementos abstractos de ambos sistemas, y de ese modo, un código establece tipos
generales con lo que produce la regla que genera tokens o
especímenes concretos, aquellas entidades que se realizan en los procesos
comunicativos y que solemos llamar signos. Ambos continua representan
los elementos que preceden a la correlación semiótica y que no tienen que ver
con ella.
En este sentido, lo que constituye una
connotación es que ésta se establece parasitariamente a partir de un código
precedente y que no puede transmitirse antes de que se haya denotado el
contenido primario. Sin el conocimiento previo habría un solo código de tipo
denotativo, lo que significa que la diferencia entre denotación y connotación
se debe al mecanismo convencionalizador del código.
En el mismo orden de ideas, Eco dice
que, una vez establecida la convención, la connotación se convierte en funtivo
estable de una función semiótica cuyo funtivo subyacente es otra función. Así,
un código connotativo puede definirse como subcódigo, ya que se basa en un
código-base.
Un tercer sistema puede relacionarse si
una convención social, cultural, o cualquier forma de expectativa arraigada
lleva a relacionar el primer código denotativo con otros contenidos. En este
caso tendríamos un código connotativo doble. Del mismo modo, ambas
connotaciones pueden ser mutuamente excluyentes, pero la decisión de un alguien
por una o por otra, no incumbe a una teoría de los códigos, sino a una teoría
de la producción de los signos, y es, por tanto, terreno de la pragmática.
El caso es que habiendo una convención
triple, podemos hablar de tres mensajes. Esto no quiere decir solamente que un
código pueda producir muchos mensajes, ni que distintos contenidos puedan ser
transmitidos por el mismo significante, sino que:
usualmente un solo
significante transmite contenidos diferentes y relacionados entre sí y que, por tanto, lo que se llama ‘mensaje’ es, la mayoría de las veces, un TEXTO cuyo
contenido es un DISCURSO a varios niveles.
2.4. El camino del
sentido
Eco explica la falacia referencial como parte
del funcionamiento semiótico del significado.
El caso es que, una vez establecido un
sistema semiótico, y convencionalizado su código, el funcionamiento semiótico
no cambia, incluso, ante la posibilidad de una mentira. En este sentido,
función semiótica significa posibilidad de significar algo a lo que no
corresponde un determinado estado real de hechos.
El punto de partida es el esquema
triádico de la relación semiótica que en Ogden y Richards coloca la relación
SÍMBOLO – REFERENTE en la base, y la REFERENCIA en el vértice. En Peirce, la
relación de la base la constituyen los conceptos de REPRESENTACIÓN y OBJETO,
mientras que el INTERPRETANTE está en el vértice. Frege, apunta Eco, establece
los términos ZEICHEN y BEDEUTUNG para la base, y SINN para el vértice.
Además de que el triángulo sugiere la
idea de que la relación de significación implica sólo tres entidades, ha
perpetuado la idea de que el significado de un término tiene algo que ver con
la cosa a la que el término refiere, cuando la referencia es algo más
impreciso. Ullman, dice Eco, la define como la información que el nombre
transmite a quien escucha, Frege la entiende como sinn, es decir, el
modo en que el objeto viene dado. Este equívoco impide comprender la naturaleza
cultural del proceso de significación.
Básicamente, las semióticas de Saussure
y de Peirce son teorías de la relación semiósica entre símbolo y referencia y
entre el signo y sus interpretantes. Saussure no tiene en cuenta los objetos,
mientras que para Peirce, éstos son relativos sólo cuando se discuten tipos
particulares de signos, como los iconos.
Por lo tanto, desde el punto de vista del
funcionamiento de un código, hay que excluir el referente; si bien éste puede
ser el objeto nombrado o designado, hay que suponer, dice Eco, que «en
principio una expresión no designa un objeto, sino que transmite un CONTENIDO
CULTURAL.
Como ejemplo, podemos mencionar los
términos sincategoremáticos de la lingüística clásica; términos que no tienen
referente (/a/, /entonces/, /con/, /aunque/, /algunos/) llamados accidentales
que califican o determinan a los términos esenciales o categoremáticos, que son
aquellos que significan por sí mismos.
Resumiendo, podemos decir entonces que el
objeto semiótico de una semántica es ante todo el contenido y no el referente,
y que este contenido habría que definirlo como una unidad cultural.
Las proposiciones pueden considerarse
asertos semióticos; juicios que atribuyen a determinada expresión el contenido
o contenidos que el código o códigos le asignan.
Sucede pues, que la teoría de los códigos
considera la definición del contenido como funtivo de una función semiótica, de
manera que una teoría de los valores de verdad, no le ayuda en absoluto a
comprender el concepto de significado como contenido. De esta manera, una
semántica extensional no puede ayudar a una teoría de los códigos, por ello, y
dado que una mentira corresponde a una proposición falsa, la semiótica es la
teoría de lo que sirva para mentir, pero no solamente, también lo es de lo que
pueda usarse para hacer reír, o inquietar, por la misma razón.
2.4.1. El interpretante
peirceano
Para Peirce, el interpretante es lo que el
signo produce en la casi-mente del intérprete, y a fin de cuentas, «otra
representación referida al mismo objeto.»
Para Eco, la idea de interpretante
convierte una teoría de la significación en una ciencia rigurosa de los
fenómenos culturales, por eso es fundamental separarla de la metafísica del
referente identificándola con cualquier propiedad intencional, codificada, de
un contenido y así, con la serie o sistema de las denotaciones y connotaciones
de una expresión. Ciertamente, esta precisión no agota el concepto, y dado que
Eco supone que las denotaciones y connotaciones son marcas semánticas que
constituyen las representaciones del semema, habría que aceptar que el conjunto
de los interpretantes de un semema es más amplio que el conjunto de sus marcas
semánticas codificadas.
Ahora bien, esta cadena interminable de
significaciones tiene una dimensión material, pues de alguna manera, las
unidades culturales están físicamente a nuestro alcance. Ciertamente las
unidades culturales son abstracciones, pero se encuentran materializadas por el
hecho de que la cultura continuamente traduce unos signos e otros, unas
definiciones en otras, palabras en iconos, iconos en signos, etc. La vida
social pone a nuestro alcance una serie de imágenes que interpretan libros,
palabras que traducen definiciones, etc. A fin de cuentas, las unidades
culturales se convierten en postulados semióticos dentro de la actividad
social. Eco las llama, entidades etic.
AQUÍ LES DEJO EL SEGUNDO CAPITULO (RESUMEN) ESPERO LES SEA ÚTIL
2.4.2. Diccionario y
enciclopedia
No obstante su dimensión infinita, Eco limita
el concepto de interpretante a tres categorías semióticas en particular: (1)
Como el significado de un significante, es decir, una unidad cultural
transmitida por otros significados, independiente semióticamente del primer
significado. (2) El análisis intencional o componencial mediante el que una
unidad cultural es segmentada en marcas semánticas y presentada como semema en
diferentes combinaciones textuales. (3) Cada una de las marcas que componen el
árbol componencial de un semema.
El cuadro de oposiciones queda muy bien ilustrado por Eco en La forma
del contenido:
MUS
|
MOUSE
|
RAT
|
En el diagrama existen indicadores
sintácticos no colocados entre paréntesis, indicadores semánticos o semas,
entre paréntesis, y algunos distinguishers, entre corchetes. Además,
selecciones restrictivas, las letras griegas, que orientan las lecturas o
elección de trayectorias o sentido de lectura.
El modelo, pues, no tiene que recurrir a
una teoría extensional, pero a juicio de Eco, no resuelve ciertos problemas que
debiera considerar y cuya crítica ayudará a nuestro autor a proponer algunas
alternativas.
(1) El modelo
considera la competencia ideal de un hablante ideal, no una competencia
histórica. La diferencia entre ambas es la que existe entre diccionario y
enciclopedia. El modelo tiene los límites de un diccionario y corre el peligro
de originar una construcción formal pero sin utilidad, cuando debiera
considerar el hecho de que el cuerpo social asocia un elemento léxico
determinado a un
significado determinado, cambiando de significado en ciertos contextos
sintagmáticos específicos y registrables.
(2) Las marcas
semánticas son entidades platónicas, construcciones teóricas puras, aunque el
propio Katz, dice Eco, hablará después de reglas de redundancia que postulan un
análisis posterior de los componentes, es decir, una suerte de interpretación
de los interpretantes.
(3) No se tienen en
cuenta las connotaciones ni se prevén los contextos. Los distinguishers no dan
una idea de las posibles connotaciones del sistema, proponiéndose como una
representación estrictamente connotativa, el asunto del diccionario que
sacrifica muchos recorridos posibles. Para Eco, el modelo debiera considerar
que un semema posee también connotaciones extrañas al sistema semiótico en que
se expresa el significante. Es decir, no se habla de asociaciones mentales,
sino de correlaciones formuladas en términos culturales. La enciclopedia, donde
imágenes y palabras se remiten mutuamente en términos abstractamente
culturales. De la misma manera, la elección de la connotación debe estar
motivada por factores contextuales o circunstanciales, lo que garantizará la
funcionalidad de ambos conjuntos relacionados.
(4) La naturaleza de
los distinguishers. En el modelo, éstos aparecen como correctores de la
insuficiencia de las marcas, lo que las convierte en una solución
extensionalista introducida en una teoría intensionalista para ampliar sus
límites. El mayor problema es que, sin indicaciones extensionales, no son las
marcas semánticas las que proporcionan el significado del lexema, sino el
nombre unido al referente. (TRA, p. 165). Así, el modelo sólo servirá para
describir expresiones verbales y términos categoremáticos.
Tal parece que una teoría de las
selecciones circunstanciales o contextuales (settings), requeriría que
la teoría representase todo el conocimiento que los hablantes tienen del
mundo, no obstante, Eco nos recuerda que la función de los settings la
realiza el análisis componencial, y que la teoría no debe hacer referencia a
todas las posibles ocurrencias de un elemento léxico, sino sólo a las
reconocidas cultural y convencionalmente. Es decir, una teoría de las
circunstancias no requiere una semántica del lenguaje verbal sin un fondo
semiótico general de varios códigos interconectados; las mismas circunstancias
estarán sujetas a tratamiento y convención semiótica.
Entonces, sólo suponiendo un Sistema
Semántico Global sería posible un
análisis componencial
que tuviera en cuenta todos los contextos y circunstancias, pero ante la
imposibilidad de que esto suceda, debemos aceptar que existen casos de códigos
incompletos, catálogos inconexos, etc. De ahí que sea posible concebir una
representación semántica en forma de enciclopedia que explique las diferencias
cognoscitivas y de significado.
2.4.3. El modelo Q
El modelo Q, un modelo n-dimensional, es un
modelo de creatividad lingüística.
El modelo, al que Eco recurre desde La
forma del contenido, se basa en una masa de nudos interconectados entre sí
por diferentes tipos de vínculos asociativos. Para cada significado de lexema
debe existir un nudo que previera como patriarca suyo el término por
definir, type en la terminología peirceana. La definición de un type prevé
el empleo de una serie de significantes como interpretantes suyos, llamados tokens.
Cada token se convierte en el type B, patriarca de una nueva
configuración que comprende como tokens otros lexemas, algunos tokens
del type A y que pueden considerar también token al propio type
A.
Este modelo prevé la definición de
cualquier signo gracias a la interconexión con el universo de todos los demás
signos en función de interpretantes, cada uno dispuesto a convertirse en el
signo interpretado por todos los demás. Es pues, la imagen de un proceso de
semiosis ilimitada.
El modelo Q es ya una porción del Universo
Semántico en el que el código
interviene para
establecer atracciones y repulsiones.
2.5. La teoría de la
producción de los signos
La teoría de la producción de los signos
corresponde a una semiótica de la comunicación, y así, a una parte de la teoría
de Eco que tiene que ver totalmente con la praxis, la pragmática.
Hay varios conceptos implicados en la
producción de los signos, ante todo, para realizar una tarea, para emitir un
signo, se realiza un trabajo, en cuanto la producción de la señal y luego la
elección, así como la identificación de las unidades expresivas a las que
combinar, y entonces, que más allá de sus funciones físicas, está destinado a
comunicar algo.
Existe, pues, un trabajo ejercido sobre
el continuum expresivo para producir físicamente las señales que pueden
componerse de unidades ya segmentadas o galaxias de materia relacionadas
con el contenido.
Existe también un trabajo al articular
las unidades de la expresión, queconcierne a la elección y disposición de los
significantes. Al organizar un nuevo sistema puede haber articulación de
expresión, pero intentando adecuarse o respetar el código, el emisor inventa
nuevas unidades expresivas y así, cambia el sistema.
Trabajo existe también cuando se ponen
en relación los funtivos, instituyéndose el código. De la misma manera, existe
un trabajo realizado cuando tanto el emisor y el destinatario producen un
mensaje adecuándose a las leyes de un código determinado.
Existe un trabajo también para cambiar
los códigos, para la manipulación estética de los códigos y por los discursos
ideológicos cuando éste conmuta de código a código. Esta conmutación de códigos
se realiza también en los textos estéticos, aunque de manera planificada.
(i) Sobre el continuum
expresivo para producir físicamente las señales.
(ii) Al articular
unidades de expresión, en cuanto a la elección y disposición de los
significantes.
(iii) Al instituir un
código, poniéndose en correlación una serie de funtivos por primera vez.
(iv) Al producir o al
interpretar un mensaje adecuándose a las leyes de un código determinado.
(v) Para cambiar los
códigos.
(vi) Al afrontar el
campo semántico fingiendo ignorar su carácter contradictorio.
(vii) Al interpretar
textos mediante procesos inferenciales.
(viii) Para articular
e interpretar enunciados cuyo contenido debe verificarse.
(ix) Para controlar
si una expresión se refiere a las propiedades de la cosa de que se habla.
(x) Para interpretar
expresiones a partir de circunstancias codificadas.
(xi) Por el emisor
para centrar la atención del destinatario en sus actitudes e intenciones.
2.5.1. Juicios
semióticos y juicios factuales
Eco establece una relación entre la
distinción clásica que existe entre juicios analíticos y sintéticos y los
juicios semióticos y factuales. Un juicio semiótico es «un juicio que predica
de un contenido determinado las marcas semánticas que ya le ha atribuido un
código preestablecido» y un juicio factual es «un juicio que predica de un
contenido determinado marcas semánticas que no le haya atribuido previamente el
código.» De esta manera, un juicio es analítico cuando parte de una convención
pero se convierte en sintético si la convención cambia. A los juicios factuales
Eco los llama asertos. Estos asertos, puesto que pueden afirmar cosas
sobre hechos inexistentes, pueden utilizarse para mentir, es decir, tienen un
significado independiente de su verificación. Por otro lado, Eco nos recuerda
que los signos pueden usarse también tanto para nombrar cosas como para
indicarlas (señalarlas) en la realidad.
Por ejemplo, ilustra Eco, el enunciado
/esto es un gato/ es un acto semiótico siempre que el gato sea un precepto
empírico. /esto es/ no es un signo porque representa el artificio conectivo que
une el enunciado al precepto. /esto es un gato/ significa que las propiedades
semánticas de /gato/ coinciden con las propiedades semánticas del código
zoológico puestas en correlación con el precepto establecido como artificio
expresivo.
En cambio, si decimos la misma oración
en presencia del dibujo de un gato no nos atrevemos a considerar el
precepto como el resultado de un proceso semiótico anterior. En cambio, Peirce
establece que hay unos primeros interpretantes lógicos que sugieren los
fenómenos y de esta manera son también signos.
2.5.2. Símbolos,
índices o iconos
Eco asume que existen diferentes tipos de
signos o modos de producción de signos, que muchos de estos comprenden un tipo
de relación con su contenido diferente al de los signos verbales (es decir, hay
un lenguaje no verbal) y que todos estos pueden ser definidos en un aparato
categorial unificado. Este aparato no es, sin embargo, ni siquiera el que ha
asumido en partes anteriores de su obra, pues establece que la célebre
tricotomía de Peirce es insostenible. «Las categorías de icono y de índice
son categorías passepartout o conceptos comodín, que
funcionan precisamente por su vaguedad.» La tricotonomía podrá usarse para
discriminar entre tipos de referencia, pero es finalmente ambigua.
Eco critica el iconismo y la
sistematización del fenómeno visual en el universo de los signos. En términos
generales, mientras que para Saussure la principal característica del sistema
de la lengua es la doble articulación de las unidades mínimas, para Peirce, la
distinción se establece entre signos lingüísticos, siguiendo el lenguaje verbal
a través de los signos y los signos icónicos. En cambio, para Eco, el icono no
reproduce las propiedades del objeto, si bien ciertas condiciones de la
percepción del objeto exhiben ciertos aspectos del objeto que es reconocido
como pertinente.
No obstante, la crítica no se dirige al
icono tal como aparece en Peirce, pues para el pionero norteamericano, un signo
es icónico cuando representa a su objeto por semejanza, lo que no es lo mismo
que afirmar que tiene sus mismas propiedades. El tratado de Peirce sobre los Grafos
existenciales establece una metáfora en la consideración de los grafos como
iconos. Este reconocimiento, y la relación del icono tanto con la metáfora como
con la semejanza y la analogía, conducirán a Eco a la afirmación de que el
contenido de muchas entidades culturales puede ser óptico, ontológico
o bien de orden convencional. En el proceso, los signos icónicos
pueden llegar a ser considerados textos visuales que no son analizables ni en
signos ni en figuras.
Finalmente, a lo que Eco se refiere en
su crítica al iconismo no son los tipos de signos sino modos de producción
de funciones semióticas.En cambio, una clasificación de los modos de
producción e interpretación de signos toma en cuenta cuatro parámetros: (1) El
trabajo físico, (2) la relación
tipo-especimen (ratio
facilis o difficilis), (3) el continuum por formar, homomaterico o
heteromaterico, y (4) el modo y la complejidad de la articulación.
2.5.3. La invención y
el texto estético
La invención es el caso ejemplar de la
relación tipo-especimen de tipo difficilis en una expresión
heteromatérica. Al no haber precedentes sobre cómo poner en correlación la
expresión y el contenido, Eco afirma que hay que instituir la correlación y
hacerla aceptable.
El ejemplo más claro de la invención lo encontramos en el texto
estético.
Varias son las razones que mueven a
Eco a analizarlo:
(i) Supone un trabajo particular, una
manipulación de la expresión,
(ii) provoca, y es provocada por, un
reajuste de contenido,
(iii) esa doble operación se reflejará
en los códigos que sirven de base a la
operación estética, como lo que se
provoca el cambio de código,
(iv) la operación producirá un nuevo
tipo de visión del mundo,
(v) el emisor enfoca su atención en
sus posibles reacciones, de modo que el texto representa un retículo de actos
comunicativos encaminados a provocar respuestas originales.
El trabajo estético se ejerce también
sobre los niveles inferiores del plano expresivo, es decir, en cualquier obra
de arte intervienen diferentes tipos de microestructuras que el código no había
tenido en cuenta. De esta manera, Eco asegura que en el texto estético se
continúa el proceso de pertinentización del continuum expresivo,
con lo que se llega a una forma de expresión más profunda.
En el trabajo estético cualquier
diferencia asume valor formal, lo que significa que incluso los rasgos
individuales que el habla no tiene en cuenta adquieren importancia semiótica,
es decir: «la materia de la substancia significante se convierte
en un aspecto de la forma de la expresión.»
En el límite empírico aún existe
estímulo, pero ya no significación, un no sé qué estético ya advertido
por Hjelmslev, dice Eco, ante el peligro de dar forma dogmática a
elementos gramaticales y extragramaticales.
Eco afirma que el texto estético posee, a
cierta escala, las características de una lengua: haber en el propio texto un
sistema de relaciones mutuas o diseño semiótico que permita dar la impresión de
a-semiosis.
La constante tensión abductiva del cambio de
código que el texto estético requiere puede confundirse con una sensación
imprecisa (placer, gozo, etc.), aunque esta imprecisión, dice Eco, puede
suponer cierta pereza filosófica.
Por tanto, concluye Eco, la definición
semiótica del texto estético nos proporciona un modelo estructural de un
proceso no estructurado de interacción comunicativa. El texto estético es así,
la fuente de un acto comunicativo que es imprevisible, cuyo autor permanece
indeterminado y así, colabora en su expansión semiósica.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)